Rev Med UAS
Rev Med UAS; Vol. 15 No. 2. Abril-Junio 2025
ISSN 2007-8013
Marisol Montoya-Moreno1
*Autor de correspondencia:Marisol Montoya-Moreno
Eustaquio Buelna 91. Col. Burócrata C.P. 80030. Culiacán Rosales, Sinaloa, México.
Correo electrónico marisol.montoya@uas.edu.mx ORCID: 0009-0005-8388-0246
DOI http://dx.doi.org/10.28960/revmeduas.2007-8013.v15.n2.001
Texto Completo PDFRecibido 09 de diciembre 2024, aceptado 22 de enero 2025
En los pasillos de las facultades de medicina resuena una pregunta constante entre los estudiantes: “¿Qué especialidad voy a elegir?”. La medicina, vasta y dinámica, ofrece un abanico que no solo se expande cada década, sino que se redefine en función de las necesidades de una sociedad que cambia a un ritmo vertiginoso. Las especialidades médicas ya no se configuran únicamente por el órgano que estudian o la técnica que aplican; hoy, más que nunca, se están moldeando por los desafíos globales, la tecnología y la ética.
La clásica dicotomía entre medicina interna y cirugía se ha desdibujado en favor de una red de caminos que incluyen subespecialidades tan específicas como la medicina del sueño o la genética clínica, hasta nuevos campos que antes no existían o no eran reconocidos formalmente.1,2 Surge así un nuevo paradigma: las especialidades ya no nacen únicamente del avance clínico, sino también del cruce entre disciplinas, donde la inteligencia artificial, la ciencia de datos, la bioingeniería y la salud planetaria se encuentran con la práctica médica cotidiana.3
Es tiempo de reflexionar sobre qué significa especializarse en un mundo donde los límites entre la biología y la tecnología se vuelven porosos. Los profesionales del mañana probablemente tendrán que lidiar con dilemas que no se enseñan en los libros de texto tradicionales: ¿quién toma la última decisión, el médico o el algoritmo? ¿Qué rol tendrá el especialista cuando el diagnóstico inicial provenga de un dispositivo portátil conectado a un sistema de inteligencia artificial? Y, aún más profundamente, ¿cómo mantener el componente humano de la medicina en un entorno donde la automatización es cada vez más precisa?
Una propuesta novedosa, aunque ya en gestación en ciertos centros académicos del mundo, es la creación de especialidades híbridas, como la “medicina digital” o la “ingeniería médica clínica”.4 No se trata de áreas puramente tecnológicas, sino de formaciones médicas integradas desde su concepción con saberes que hasta hace poco se consideraban externos a la medicina. El médico del futuro no solo interpretará datos, sino que comprenderá cómo se generan, cómo se filtran y cómo afectan las decisiones clínicas en tiempo real.
Este enfoque no implica una sustitución del conocimiento clásico, sino una evolución del mismo. La cardiología, la pediatría, la neurología seguirán siendo indispensables, pero es momento de aceptar que la forma de ejercerlas está cambiando. Quizá la verdadera especialidad del futuro no esté definida por el órgano o la edad del paciente, sino por la capacidad del médico de adaptarse, integrar saberes y construir puentes entre lo clínico, lo tecnológico y lo social.
En esta universidad, como en muchas otras, formamos a los médicos que enfrentarán realidades aún inimaginables. La clave está en prepararlos no solo para dominar una especialidad, sino para redefinirla cuando el mundo lo exija.
Referencias